
El Moisés de tres colores abre su ojo verde y separa en dos el mar de coches, dejando paso al ejército sin nombre que espera, impaciente, para alcanzar la otra orilla. Con el tráfico detenido -movimiento y ruido- por arte de magia imaginaria, hago una pausa temporal y voy metiendo en la Gran Chistera todas esas cucarachas de colores con patas de caucho y ojos luminosos. Con la calzada vacía las figuras humanas toman relieve y se convierten en personas que tienen cara, y cuando me miran me ven. El espacio vacío parece de otros tiempos, de otras memorias, hasta hay niñas jugando a la mariola y viejos sentados a la sombra de árboles que no están en el verano que no es... Parpadea Moisés y se me escapan las cucarachas de la Chistera. Una gran ola de coches estalla en ruido de motores contra el asfalto. El mar se ha cerrado de nuevo, y los movimientos humanos se reducen a mínimas señales. Todos volvemos a ser solo instantes, entre coche y coche que pasa.
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Sin prisas, por favor
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