carta abierta a un amigo (serie para la caja de recuerdos
Publicado en 9 de Julio, 2008, 19:00.
en PRETÉRITO IMPERFECTO.
Comentar |
Comentarios (19) |
Referencias (0)
Etiquetas: personal, amistad, trabajo, recuerdos, pasado simple futuro imperfecto
foto de la galería de villamon en flickr Meu ben querido amigo:Siempre bromeamos con eso de que somos como un matrimonio de muchos años y por eso nos llevamos tan mal y tan bien a la vez, ya que nos conocemos mucho. Son 20 años viéndonos todas las mañanas en el trabajo: - buenos dias - mmmmm Ahora que te marchas a trabajar al otro lado de la ciudad y no te veré al entrar cada mañana ahí sentado, con tu rebeliónpuntoorg, creo que voy a echarte muchísimo de menos. Recuerdo cuando apareciste en tu primer día, con tus 23 añitos y dijiste: - ola, son carlos. (entón eras galego falante e agora fas coma mín, ás veces elo e ás veces non). Parecías tímido y yo pensé, oh que tiernito, y me caíste bien. Tú pensaste que yo debía de ser un poco monja, porque vestía de negro y viste entre mis libros una biografía de santa teresa, que era para mi madre. Y cuánto hemos trabajado juntos, con aquella ilusión por hacerlo bien del principio Y cómo el trabajo nos fue desencantando, pero a cambio, vagueamos y nos divertimos más Y en este tiempo compartimos a las personas que fueron pasando por nuestras vidas y nuestras propias vivencias. Fuimos los más intimos confidentes y consejeros acerca del amor, acerca de la vida. Y vivimos ese pacto en que nos prometimos contar el uno con el otro, no hasta 2 o hasta 10, sino contar conmigo, como dice Benedetti. Y supimos qué suerte era tener un amigo, una amiga, que podíamos ver en el trabajo cada día. Y recuerdas cuando cambiamos la hora del café por la del vinito y nos escapábamos hasta los castros a tomar las tapas de pulpitos a la plancha en el bar de Jacinto?. También pasamos buenos ratos durante los copiosos desayunos en el Gastoff, con aquél camarero tan generoso al que le caíamos bien, que te traía unos enormes tresenuno y a mí me ponía espárragos de escaqueo para acompañar la tortilla francesa. Jugábamos a adivinar cual de nosotros dos era el que le gustaba, porque tú asegurabas que tenía pluma. Y aquella época de gato que se va por los tejados que tuviste, cuando yo intentaba cubrirte si te quedabas dormido. O acudía presurosa en tu auxilio, a veces aunque no enviaras S.O.S. Y los meses de los becarios italianos. Y esas otras temporadas en que tú le echabas un pulso a mi tristeza, para quitármela de encima. Y los socavones de alejamiento mutuo, que también los hubo, pero que, aun en esos tiempos peores, siempre acudían nuestros nombres a señalar los dedos de una mano al contabilizar los amigos de verdad Y por eso nos elegimos para ser depositarios de nuestros testamentos de voluntad Y un día apareciste con la pipa de la paz, que era verde con florecitas blancas. Y no bastaron los reproches de puntualidad -o la falta de ella-, ni aquella guerra del agua, ni las frases hirientes, ni los focos de luz en los rincones en penumbra, ni las distimias, ni los egocentrismos variados, para anular lo que construímos. Y ahora te marchas. Y yo me alegro tanto por tí... porque sé que vas a estar muy bien y se amplían tus horizontes, y el trabajo será mucho mejor y ganarás más. Aunque yo miro para el ordenador de enfrente Y no me gusta nada ver a la ausencia sentada en tu mesa. |